El feminismo marxista es una corriente feminista que relaciona la liberación social, en un
sentido marxista, con la liberación de la mujer. Para las
feministas marxistas
existe una relación entre la sociedad capitalista y el
patriarcado,
y ambos deben ser eliminados.
Para comprender mejor al feminismo marxista hay que conocer el significado de
marxismo y socialismo. El marxismo identifica al socialismo como un régimen de transición al
comunismo. La doctrina de Marx y Engels acerca del socialismo, conocida como teoría del socialismo
científico, señala que se trata de un régimen superior al régimen capitalista. En palabras de sus
teóricos, «sustituye la propiedad privada de los medios de producción por la de los medios de
producción por la propiedad colectiva, instaura la dictadura del proletariado para poder realizar
esta tarea y lanza las bases para una sociedad superior basada en la abundancia, la igualdad social
y el pleno desarrollo del individuo».
El socialismo no elimina las contradicciones de clase sino que crea las
condiciones para eliminarlas. No elimina la dominación estatal, ni las relaciones de producción
asalariadas, ni la división del trabajo entre trabajadores intelectuales y manuales, sino que echa
las bases para su eliminación posterior en la sociedad comunista. Los teóricos del marxismo han
caracterizado al régimen socialista como aquel en que a cada uno se pide la entrega de todas sus
capacidades y se lo remunera de acuerdo a su trabajo; esto significa la conservación de desigualdad
de los individuos, determinada para por las diferencias individuales y de origen social. La
sociedad comunista pide a cada uno de acuerdo a su capacidad y lo remunera de acuerdo con su
necesidad; de esta forma se eliminan los antagonismos sociales que subsistían en el socialismo.
Paradójicamente el mercado y la publicidad siguen en gran parte proponiendo modelos muy femeninos,
pero éstos se reducen al ámbito de la estética: el culto a la belleza, a la juventud y a la forma
física. Modelos inalcanzables para muchas mujeres, pero perfectos para sostener la espiral de
consumo. Atrapadas entre los valores masculinos imperantes en su realidad sociolaboral y los
valores femeninos exaltados por la publicidad, muchas mujeres oscilan entre la confusión y una
notable falta de armonía. Pero en el campo de los usos y formas sociales, el resultado global está
a la vista: un mimetismo cutre del varón, muy frecuentemente de lo peor del varón. Indiferenciación
en el vestir, vulgaridad en el lenguaje, chabacanería en el comportamiento, agresividad en el
trato, hostilidad ante el juego de la «seducción». No hace falta decir que a todo este proceso de
masculinización acelerada ha coadyuvado el aparato teórico y la fuerza social desplegada por los
movimientos neofeministas. |